Traducción

Empleo, desigualdad y globalización: una preocupación continua*

Employment, Inequality and Globalization: A Continuous Concern

Rolph van der Hoeven
E-mail: hoeven@iss.nl
International Institute of Social Studies, La Haya. Holanda

* Karem Sánchez de Roldán. Revisora de la traducción de este artículo. Doctorate Fellow en Estudios del Desarrollo del International Institute of Social Studies of Erasmus University of Rotterdam. Maestría en Sociología y Socióloga de la Universidad del Valle. Profesora Titular Facultad de Ciencias de la Administración de la Universidad del Valle, Cali - Colombia.


Resumen

El presente artículo aborda el tema de la crisis económica mundial y su fuerte impacto sobre la población. Muestra la preocupación por los efectos de dicha crisis, principalmente en el incremento del desempleo, que genera mayores desigualdades sociales puesto que las personas se ven abocadas a trabajar de manera informal, hecho que va en contra de la estabilidad laboral y del desarrollo humano. A través de una mirada a la posición asumida por diversos autores que manejan el tema financiero, se encuentra que las políticas pùblicas surgidas de diferentes épocas no han sido una respuesta satisfactoria para equilibrar las desigualdades socioeconómicas dado que no ha sido posible lograr un crecimiento económico que redunde en una distribución del ingreso más equitativa, capaz de generar un verdadero desarrollo humano. Se contemplan algunas alternativas para promover el crecimiento del empleo, desde lo fiscal y lo monetario hasta lo industrial y lo comercial, al igual que se presentan algunas posiciones para enfrentar los efectos de la globalización.

Palabras clave: empleo, desigualdad, globalización, crisis económica.


Abstract

This article deals the issue of global economic crisis and its strong impact on the population. Shows concern for the effects of the crisis, mainly through increases in unemployment, which generates greater social inequality as people are forced to work informally, a fact that goes against labor stability and human development. Through a look at the position assumed by several authors who handle financial issues, is that public policies arising from different periods have not been a satisfactory answer to balance socioeconomic inequalities because it has not been possible to achieve economic growth result in a more equitable income distribution, capable of generate a true human development. Alternatives are contemplated to promote employment growth, from fiscal and monetary toward the industrial and commercial, as are some positions to face the effects of globalization.

Keywords: employment, inequality, globalization, economic crisis.



Journal of Human Development and Capabilities Vol. 11, No. 1, Febrero de 2010 ISSN 1945-2829 impreso/ISSN 1945-2837 en línea/10/010001-09 © 2010 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo DOI: 10.1080/19452820903481350

Los artículos de esta publicación son el resultado de un seminario sobre Trabajo, Empleo y Globalización del Instituto de Estudios Sociales1. Sin la menor intención por parte de los organizadores, el seminario coincidió con el desplome en los mercados financieros, que convirtió la crisis de las hipotecas de alto riesgo acaecida en los Estados Unidos en 2007 en una crisis financiera, económica y social. Una de las principales razones para la organización de este seminario fue la consideración segùn la cual durante las ùltimas dos décadas, el creciente empleo no tradicional y empleo informal se han convertido en factor importante del ingreso personal (Organización Internacional del Trabajo, 2008) y en factor de desigualdad (Van der Hoeven, en esta publicación especial). Esto puede explicarse, en parte, por una observación relacionada segùn la cual el ajuste a las políticas pùblicas en 1980, las políticas de liberalización de los mercados en 1990 y, más recientemente, la globalización y las políticas para combatir la pobreza, no prestaron atención suficiente y explícita a las políticas para el empleo y la distribución del ingreso (Jolly, Mkandawire y Amsden, en esta edición especial2). Durante el seminario se presentaron argumentos para explicar por qué estas políticas, al igual que aquellas para el desarrollo humano deberían (nuevamente) constituirse en parte integral de la formulación nacional e internacional de la política económica.

Sin embargo, dada la oportunidad del seminario, una de las preguntas principales que también surgió fue si los análisis sobre el empleo, la desigualdad, el desarrollo humano y la globalización son aùn relevantes en el actual contexto de una gran crisis financiera. La mayoría de los participantes argumentaron que dichos análisis todavía son de gran relevancia al menos por dos razones. En primer lugar, muchos elementos de la globalización, en especial la desregulación de los mercados (incluidos los mercados de trabajo)3 y la creciente desigualdad (que ha llevado a muchos hogares a endeudarse para poder suplir sus necesidades básicas)4 han dado lugar a crisis actual. De tal manera, las recomendaciones sobre política concernientes al análisis tanto de la estructura y naturaleza de la actual globalización, así como de su impacto sobre el empleo y la desigualdad, se tornan más relevantes en tiempos de crisis.

En segundo lugar, hay una creciente evidencia de que los efectos humanos sociales y sobre el empleo, producidos por la crisis financiera permanecerán por algùn tiempo, especialmente si no se toma alguna acción correctiva. Reinhardt y Rogoff (2009), por ejemplo, prevén que una desaceleración o disminución en el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) conducirá a un incremento del desempleo con una mayor duración que la desaceleración o declive del mismo PIB. Basados en muestras de crisis pasadas, tanto en el norte como en el sur, observan un desplome promedio en el empleo que dura 4.8 años, comparada con una desaceleración o declive en el crecimiento que es superada en sólo 1.9 años. Van der Hoeven y Luebker (2007) investigaron el comportamiento de la participación del trabajo en la renta nacional durante los periodos recientes de crisis financiera y observaron un efecto de freno: la participación del trabajo decae durante las crisis pero en muchos casos no regresa, una vez que ésta se ha superado al nivel que tenían antes de la crisis. También hay evidencia de que los indicadores de desarrollo humano exhiben un efecto similar de freno. Arbache y Page (2007), por ejemplo, muestran que en áfrica la mortalidad infantil se incrementa durante la desaceleración del crecimiento pero difícilmente desciende con la aceleración del crecimiento. Más aùn, tanto las tasas de culminación de la educación básica primaria como las de la esperanza de vida son y permanecen sustancialmente bajas en los países que experimentan desaceleraciones en el crecimiento.

Hay por tanto fuertes motivos para incluir políticas para el empleo, la desigualdad de renta y el desarrollo humano como temas prioritarios al diseñar políticas de corto y largo plazo para superar la crisis. ¿Pero, puede haber compromiso entre las políticas para el empleo, la desigualdad de renta y el desarrollo humano? En un estudio reciente sobre las explicaciones del incremento de la desigualdad durante la década pasada, ángeles-Castro (2006) concluye que altos niveles de empleo reducen la desigualdad y en especial para los países en vía de desarrollo, altos niveles de empleo en sectores industriales disminuyen la desigualdad. Enfocarse en la generación de empleo y en la reducción de la desigualdad en la renta pueden ser objetivos combinados en el diseño de políticas. En una línea similar, Stewart y Ranis (2002) argumentaron que el desarrollo humano y el crecimiento económico pueden ser metas conjuntas y fortalecedoras para la formulación de políticas. Parece entonces más que apropiado abogar por una mayor atención al empleo, a la desigualdad en la renta y al desarrollo humano en tiempos de crisis.

Jolly (en esta edición especial) va más lejos y argumenta que un cambio en el paradigma internacional o en el marco de política, sino uno nuevo, es necesario para superar la crisis actual. Durante los ùltimos 30 años, el paradigma imperante ha sido esencialmente el de la economía neoliberal y su filosofía subyacente de la economía neoclásica, ambas enfocadas en alcanzar la meta de una mayor eficiencia económica en la asignación y uso de los recursos a escala global. Políticamente, este paradigma ha sido guiado por los intereses y prioridades de las grandes potencias económicas occidentales con el propósito de extender los mercados y las oportunidades de inversión por todo el mundo. De acuerdo con Jolly, la actual crisis económica global trajo a casa las fallas de este paradigma y serias consecuencias para los países pobres y ricos. La eficiencia como principio rector no ha podido asegurar la estabilidad, y el ejercicio irrestricto de las fuerzas de mercado ha permitido que las desigualdades aumenten a niveles sin precedentes. Apela por un marco que, adicionalmente a la eficiencia económica, sistemáticamente incluya objetivos de sostenibilidad, estabilidad, equidad, justicia social y derechos humanos, resaltando que muchos de estos objetivos eran parte integral del "paradigma del desarrollo humano". La globalización ha descuidado estos objetivos, llevando entre otras causas, la crisis actual. Fukada-Parr (2009) agrega que, también en el periodo previo a la crisis, la preocupación por los Objetivos de Desarrollo del Milenio derivaron en un concepto distorsionado del desarrollo humano: la pérdida del significado de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En este sentido, Stiglitz (2009) plantea que la visión dominante durante el actual proceso de globalización fue la de juzgar que la liberalización de los mercados era suficiente para asegurar la eficiencia económica. El mejor rol para el Estado era uno limitado, y en cierta forma los beneficios del crecimiento que esto engendraría se derramarían a todos en la sociedad. Adicionalmente, estaba el enfoque de una línea dominante de economistas quienes argumentaban que el problema de la economía de mercado eran los salarios rígidos, y que si no fuera por la rigidez de los salarios la economía funcionaría entonces de la manera como los economistas clásicos la predecían. Segùn Stiglitz, las implicaciones de la teoría keynesiana de salarios rígidos era muy injusta pero muy penetrante: verificar de los salarios rígidos y dejar que los mercados de trabajo sean más "flexibles". Esta ha sido la base de todo un conjunto de doctrinas que socavan las protecciones al empleo y los derechos laborales. Pero como él observa, los salarios no son rígidos. En la Gran Depresión los salarios cayeron alrededor de un tercio: el problema que Keynes identificó era que los salarios pueden ser muy flexibles. Stiglitz observa que la carencia de demanda agregada fue el problema con la Gran Depresión, así como lo es hoy. En consecuencia, la imposición de una mayor flexibilidad de los salarios puede terminar exacerbando el problema subyacente de la falta de demanda agregada. Plantea la naturaleza del problema que se enfrenta hoy de la siguiente manera:

La población en la economía global posee las mismas destrezas que antes de la crisis, las máquinas y los recursos materiales siguen siendo los mismos de antes de la crisis. El problema es que hay un fracaso organizacional, un fracaso de coordinación y un fracaso macroeconómico. (Stiglitz, 2009, p. 12).

Al revisar algunos de los fracasos organizacionales y de coordinación, Mkandawire (en esta publicación especial) analiza por qué los asuntos sociales y de empleo de áfrica han sido descuidados. Para Mkandawire, los mercados de trabajo constituyen un escenario especial para tratar los temas de pobreza y no son simples instituciones para la estática asignación eficiente de los recursos laborales existentes; también son el lugar para la realización de los derechos civiles y sociales fundamentales. Además, desempeñan el rol para el desarrollo que con frecuencia es oscurecido debido a la preocupación por la liquidación del mercado. También, las instituciones del mercado laboral pueden ser fuentes de ahorro por medio de regímenes contributivos como las pensiones y, las políticas del mercado laboral no solo pueden asegurar condiciones decentes de trabajo sino que también pueden crear incentivos tanto para empleadores como para empleados a fin de mejorar el "capital humano". él observa que un elemento comùn en los "casos exitosos" fue la intervención extensiva en los mercados de trabajo, pero también, que éstos fueron probablemente los que presentaron más dificultades políticas de manejo en el proceso de la ùltima industrialización. Durante la llamada Edad de Oro del Capitalismo (1945-1975), bajo la influencia keynesiana, el pleno empleo se priorizó como un objetivo clave de la política pùblica. Para los "industrializadores tardíos" tales como los países asiáticos del este, la creación de empleo fue un aspecto central de su política social. él recuerda que cuando la pobreza ingresó en la agenda de políticas, en los años 70, con las estrategias de "Necesidades Básicas" y "Crecimiento con Equidad", los mercados de trabajo y el empleo inmediatamente asumieron un rol central. El desarrollo social -bajo la forma de pleno empleo-se insertó entonces tanto en la agenda política macroeconómica como en la del desarrollo. Lamenta que gran parte del consenso post Segunda Guerra Mundial se derrumbó a finales de los 70. La implementación de políticas de ajuste condujo a una tendencia masiva en el mundo hacia la "flexibilidad" de la fuerza laboral: los sindicatos fueron marginados y coaccionados a someterse a las nuevas tendencias. En muchos casos, el empleo fue deliberadamente precarizado con arreglos subcontractuales y similares. Aunque pueden citarse excepciones importantes -tales como China y algunos países asiáticos del Este-la situación del empleo ha empeorado en muchas otras partes del mundo en desarrollo. Mkandawire observa que en gran parte del mundo en desarrollo la población trabajadora se aglutina de forma creciente en la omnipresente "economía informal", que no puede ser el sector que saque a los países de la crisis.

Una reacción a las invasivas políticas de ajuste de los 80 y 90 ha sido una mayor preocupación por el alivio de la pobreza, la cual, se ha convertido en una de los mayores objetivos de la cooperación internacional para el desarrollo. Amsden (en esta edición especial) advierte que la atención a los temas de pobreza desde una sola óptica puede no obstante desviar las políticas nacionales: "Para matar al dragón de la pobreza, inversiones deliberadas y decididas en trabajos con salarios por encima de los salarios de hambre deben jugar un rol central, ya sea para empleo independiente o para empleo dependiente". Ella teme que una aproximación desde la base para resolver la pobreza no es suficientemente porque solo busca mejorar el lado de la oferta del mercado laboral, y hacer que quienes buscan empleo sean más capaces, y no apunta hacia el lado de la demanda logrando la disponibilidad de los nuevos empleos. Actùa como si las nuevas formas de ganarse la vida surgieran (con salarios positivos) simplemente porque el suministro de los solicitantes de empleo está mejor vestido, tiene mejor vivienda y se alimenta mejor o disfruta de más derechos humanos, lo cual es el mismo razonamiento falaz detrás de la Ley de Say, en el sentido de que la oferta de todo lo que una economía produce crea la demanda para comprarlo (a un precio positivo). Ella observa que, al no fortalecerse el lado de la demanda, los 25 años de políticas para superar la pobreza enfocadas en el lado de la oferta han mantenido sin cambios los índices de los más pobres. Argu-menta que la generación de empleo es diferente de la superación de la pobreza, porque tiene un concepto implícito, "el capital". Esto significa que el mercado laboral está influenciado al tiempo que influencia todos los flujos por la vía de nexos de ahorro-inversión, incluyendo la acumulación, la distribución y la innovación. Esto lo ve como el corazón del conflicto político. Se requieren entonces, políticas multifacéticas para promover el crecimiento del empleo, desde lo fiscal y lo monetario hasta lo industrial y lo comercial.

Al revisar algunos de estos asuntos de política y la necesidad de un cambio en las políticas, Van der Hoeven (en esta edición especial) se pregunta por qué las crecientes desigualdades en el ingreso al interior y entre los países, así como la depuración reciente de reportes internacionales sobre esta temática, no han conducido en general a cambios en las políticas de desarrollo internacional. Una razón puede ser que la nueva línea de análisis enfatiza lo que desvergonzadamente se denomina "desigualdades merecidas y no merecidas" (Ferreira, 2007, p. 20). Por ejemplo, revisando el fenómeno de la caída de la participación del trabajo durante las dos ùltimas décadas, algunos argumentan que el declive después de las crisis financieras es, en efecto, la consecuencia de una muy alta participación del trabajo antes de la crisis, de esa manera se culpa parcialmente el mal desempeño de la mano de obra en la ocurrencia de la crisis. Sin embargo, solo en una minoría de casos la crisis financiera fue causada por una elevada alza de los salarios y de la participación del trabajo. En la mayoría de los casos la crisis fue causada por eventos externos o por comportamientos de bùsqueda de rentas (rentseeking) de los dueños de capitales5. Por tanto, llama a una revisión de las instituciones del mercado laboral y argumenta que estas deberían incluir especial atención a la redistribución del valor agregado. Fundamenta sus argumentos en los hallazgos recientes de Freeman (2007) quien considera que la función más efectiva y observable de las instituciones del mercado de trabajo, cuando son exitosas, es la reducción de la desigualdad, y que las instituciones de los mercados de trabajo tienen variados efectos en el crecimiento y en el empleo. Van der Hoeven da algunos ejemplos demostrando que es posible para las políticas económicas apuntar mejor hacia los objetivos de creación de empleo y reducción de la desigualdad del ingreso, pero cuestiona si existe la voluntad política para ello. Argumenta que esa voluntad estaba presente en tiempos no muy remotos; por ejemplo, tanto en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, como en los países del Este de Asia durante el llamado milagro asiático, en donde, los bajos niveles de desigualdad del ingreso se combinaron con un rápido crecimiento. Aunque estos dos ejemplos pueden en primera instancia parecer muy diferentes, tienen al menos un elemento en comùn: ambos son ejemplos de capitalismo moderado. En Europa las restricciones provinieron de pactos sociales y del funcionamiento de los mercados de trabajo, mientras que, los burócratas gubernamentales y las élites políticas fueron quienes propiciaron las restricciones en los países de Asia del Este. La crisis actual y el incremento de la preocupación pùblica por una mejor equidad del ingreso pueden bien proveer las bases para una voluntad política renovada que haga de la creación de empleo y de la distribución razonable del ingreso, los objetivos principales en el diseño de las políticas económicas.

Algunos argumentan que tal cambio en las actitudes será en el hacer. Stewart (2009) revisa el trabajo de Polanyi y argumenta que, como fue el caso de la Gran Depresión de los años 30, el péndulo está balanceándose otra vez hacia una situación en la que las fuerzas de mercado podrían restringirse por la vía de regulaciones, de la retoma de la protección social por parte del Estado y de la macroeconomía keynesiana. El análisis de Cornia (en esta edición especial) puede proveer algùn sustento para esto. él revisa el descenso en la desigualdad del ingreso que tuvo lugar durante el periodo 2002-2007 en la mayoría de los países latinoamericanos en contraste con el incremento constante entre 1980 y 2002. Analiza los factores que podrían explicar este declive en la desigualdad y la posibilidad que tendrían de elevarlo nuevamente en la crisis actual. Se enfoca particularmente en las condiciones externas favorables, los factores cíclicos, las mejoras en la distribución de logros educativos, la consecuente disminución en las primas a la destreza y los cambios en las políticas macroeconómicas y sociales. Las ùltimas fueron introducidas en varios países, en particular en el creciente nùmero de gobiernos de centro izquierda que llegaron al poder durante la década pasada. Sus resultados (basados en una prueba econométrica para los años 1990-2007 que incluyó a casi todos los países de la región) indican que, en adición a un ciclo favorable en los negocios y a las condiciones externas, un declive en las primas a las destrezas y el nuevo modelo de política social-demócrata prudente en lo fiscal, tuvieron un impacto favorable en la distribución rentable del ingreso. Sugiere que si tal enfoque de política sobrevive a la actual crisis, parte del declive en la desigualdad reciente va a ser permanente más que temporal.

Sin embargo aùn quedan enormes desafíos internacionales para los países que desean embarcarse en una senda del crecimiento con un enfoque de desarrollo más igualitario y humano. La apertura de los mercados financieros y de productos ha hecho que las economías sean más integradas y, aùn con las grandes barreras a la migración, los mercados de trabajo también han presentado mayor integración. Como consecuencia, el nùmero de trabajadores que forman actualmente parte del mercado global de trabajo se han incrementado grandemente. Por diversas razones esto está bajo el actual modelo de globalización, llevando a una mayor estratificación y a una creciente desigualdad, las cuales, deben ser encaradas por las políticas nacionales e internacionales. Izuerta y Singh (en esta edición especial) discuten un asunto de política que ha sido debatida de manera candente; a saber, si la globalización a nivel mundial del trabajo y de los mercados de capitales y productos, junto con el rápido crecimiento económico en India y China, tendrán efectos adversos sobre los trabajadores de Estados Unidos y de otros países avanzados. En esencia, plantean el interrogante sobre si el rápido crecimiento en los países en desarrollo necesita producirse a expensas del crecimiento en los países avanzados. Las proyecciones en su artículo indican que a nivel desagregado regional y nacional, existen restricciones de la oferta que pueden frustrar los efectos de demanda expansionista fruto del rápido crecimiento en India y China. Estas restricciones de la oferta se relacionan con recursos naturales (energía y materias primas). Las simulaciones de escenarios sugieren que si los cuellos de botella de los recursos pueden superarse con progreso técnico, tanto los países avanzados como los que están en vía de desarrollo pueden continuar creciendo y alcanzar un alto empleo. Hoy en día estos desafíos se exacerban por la crisis actual en donde la necesidad de crecimiento de la demanda solo se ha vuelto demasiado obvia, pero rechazan la tesis de que el mercado laboral se pueda convertir en una restricción vinculante para el futuro crecimiento mundial.

En un artículo final Vos discute sobre las medidas internacionales necesarias para hacerle frente a la globalización y a las crisis actuales. Tales medidas deben ser vistas teniendo como telón de fondo el hecho de que ningùn orden social o económico es seguro si fracasa en beneficiar a la mayoría de quienes viven bajo el. Vos recuerda que esto demanda nada menos que aquello que los filósofos políticos europeos de los siglos XVII y XVIII llamaron el "contrato social": un entendimiento implícito entre miembros de una comunidad para cooperar para un beneficio mutuo, de la mano con reglas formales y mecanismos institucionales para ayudar a construir confianza, equilibrar los intereses en competencia, gestionar las disputas y proveer una distribución justa de las recompensas generadas. En el mundo actual de creciente interdependencia política y económica, lograr un crecimiento de base amplia, rápido y sostenido en el ingreso y el empleo implica desafíos aùn más complejos de política que en el pasado.

Vos anota que las complejidades de la interdependencia global en el comercio y las finanzas son solo una dimensión de tales desafíos. Esto requerirá de visión estratégica y liderazgo por parte de los gobiernos y de las organizaciones internacionales para darle forma a un nuevo contrato social que introduzca un equilibrio entre alcanzar mayor equidad horizontal (global) para la prosperidad de las generaciones presentes, la paz y equidad intergeneracional que asegure el desarrollo sostenible para las futuras (aunque envejecidas) poblaciones mundiales, y superar las amenazas del cambio climático. En un mundo de gran incertidumbre, la manera de introducir y alcanzar tal equilibrio está lejos de ser evidente y mucho menos el saber qué políticas funcionarán mejor. Pero a medida que los mercados de trabajo se vuelven más integrados y más dependientes de empresas multinacionales grandes y deslocalizadas, Vos enfatiza la necesidad de un "marco de referencia más transparente, coherente y equilibrado" a nivel global para afrontar las dimensiones del empleo en la globalización6. Recuerda que un patrón más equilibrado de demanda doméstica solo será alcanzado cuando el aumento de los salarios (alineado con las ganancias de productividad), en lugar de los niveles crecientes de deuda, sea el que provea una base sólida para expandir la demanda de los mercados internos. Los desafíos venideros también requerirán que las economías incrementen continuamente su base de destreza y conocimiento a fin de integrarse exitosamente al proceso de producción global, para asegurar que el efecto neto de la producción global no sea simplemente el desplazamiento de trabajadores y para sostener el nùcleo de los estándares laborales a modo de asegurar empleo decente y productivo para todos. En todo caso, los beneficios que la producción global puede brindar se deberían sopesar acentuadamente contra sus costos, y estos costos solo pueden minimizarse mediante el involucramiento activo de todos los agentes principales.

Los artículos en la presente publicación especial han coincidido en enfatizar que, a causa de la actual injusta globalización y dada la presente crisis, se requiere prestar una mayor atención a las políticas para el empleo, la igualdad de ingreso y el desarrollo humano tanto a nivel nacional como internacional. El desafío que enfrentan los diseñadores de políticas pùblicas internacionales y nacionales de priorizar las políticas tanto económicas como sociales, teniendo presente los efectos distributivos y de desarrollo humano sólo se ha vuelto más urgente en los tiempos de la crisis actual. Perseguir el desarrollo humano, la globalización (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1999), y por fuerza lidiar con la actual crisis, debe ser sinónimo de ética, desarrollo, equidad, inclusión, seguridad humana y sostenibilidad. Los estímulos fiscales y otras medidas para restaurar el modelo del crecimiento deberían por tanto dirigirse específicamente hacia las prioridades claves de mantener el empleo, reducir las desigualdades y todas las otras medidas para avanzar en el desarrollo humano. Si no, gran parte del mundo en desarrollo se encontrará en una posición más desventajosa después de la crisis que la que tenían antes.


Reconocimientos

Gracias a las personas que prepararon esta edición especial. Los autores no solo contribuyeron de manera entusiasta sino que se inspiraron los unos a los otros. Freek Schiphorst, Mansoob Murshed y Louk de la Rive Box presidieron hábilmente las sesiones del seminario y junto con Irene van Staveren, Peter Knorringa, Michael Grimm y Karel Jansen aportaron comentarios ùtiles tal como lo hicieron posteriormente Sakiko Fukada-Parr, Kay Grigar, Dharam Ghai y Stephan Klasen.



Citas de pie de página

1. Seminario de Trabajo, Empleo y Globalización, Instituto de Estudios Sociales (ISS). (volver)

2. Existen por supuesto excepciones; individuos y algunas agencias internacionales han propuesto prestar mayor atención a las políticas para el empleo (ver por ejemplo, la Comisión Mundial de la Dimensión Social de la Globalización, 2004; Pollin et al 2006; Pollin y Heintz, 2007; Novick et al.,2007). (volver)

3. Parte de la desigualdad creciente puede explicarse por las políticas adoptadas durante el proceso de liberalización y ajuste, incluidas las políticas para hacer que el mercado laboral fuese más eficiente (Van der Hoeven y Taylor, 2000). (volver)

4. "…particularmente durante los ùltimos 30 años, ha tenido lugar un incremento de la desigualdad. En efecto hemos transferido el dinero de los pobres a los ricos, de personas que gastarían su dinero a personas que no necesitan gastarlo y el resultado de ello es una demanda agregada debilitada. Estados Unidos pensó que resolvería el problema: a los americanos que no tenían dinero se les dijo que continuaran gastando como si lo tuvieran. Ellos lo disfrutaron por un tiempo. Una burbuja financiera masiva de la deuda les permitió que continuaran gastando". (Stiglitz, 2009, pp. 7-8). (volver)

5. En un estudio del sector manufacturero con una amplia muestra de los países en desarrollo, Amsden y Van der Hoeven (1996) argumentan que el declive en los salarios reales y la caída de la participación de los salarios de valor agregado en la mayoría de los países en vía de desarrollo no asiáticos en los años 80 y 90 reflejan una redistribución del ingreso del trabajo hacia el capital; cuando los salarios bajos fueron propuestos para sobrellevar la carga de los fabricantes no competitivos.(volver)

6. Ver la discusión de la Comisión Mundial de la Dimensión Social de la Globalización (2004). (volver)


Referencias

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