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La modernidad, en la era del capitalismo, es la época por excelencia de las organizaciones. Entre el mundo moderno y el reino de las organizaciones existe un tejido de relaciones mutuamente constituyente. Pues bien, desde hace muchas décadas, las organizaciones empresariales públicas y privadas han venido insistiendo en la necesidad de considerar al subordinado en su seno y en los procesos de trabajo, como un ser humano. ¿Por qué razón tanta insistencia, respecto de algo que parece tan obvio? ¿A qué se debe la pertinaz resistencia que actúa en el jefe, capaz de malograr algo que parece tan axiomático a la conciencia moderna ¡Qué descubrimiento!: el trabajador y el empleado también son seres humanos por igual, no lo sabíamos.¡ Y qué generosidad el admitirlo! Finalmente. ¡Que "novedad" de algo tan obvio! […]

Pero, si lo anterior resulta imposible o al menos bastante ingenuo, habida cuenta de la bancarrota del hechizo del progreso, entonces ¿qué hacer? ¿Aceptar que no existe salida alguna y por tanto no hacer nada, o por el contrario proponerse un programa permanente contra lo inhumano en la cultura? Pues bien, en este segundo caso, que parece lo más sensato, la tarea hay que proponérsela como una tarea permanente, a sabiendas de que dicho programa tendría que ser recomenzado cada que nace un niño. Se trata de un programa auténticamente secular y por fuera del hechizo del progreso entendido como camino que conduce a una Solución final y definitiva de lo inhumano, ejecutado por sujetos y sobre sujetos humanos situados a conciencia en la dimensión trágica de la existencia, capaces de depositar todo el optimismo de su corazón y de los sentimientos en él y luchar, contra el pesimismo de la razón y asumiendo la tragedia humana con realismo y alegría, para que el mundo futuro del trabajo no sea entendido como un paraíso utópico idealizado e irreal, donde lo inhumano haya sido borrado para siempre, sino más bien como el resultado de un programa de humanización permanente -aunque nunca progresivo-, a sabiendas de que lo inhumano es constitutivo de la identidad humana y de que, por lo tanto, resulta ineliminable de la cultura y del reino del trabajo.

* Fragmento tomado de un texto de mayor extensión, en elaboración, que el auto respera publicar en forma de libro en el inmediato futuro.

Fernando Cruz Kronfly

Profesor titular de la Facultad de Cienciasde la Administración de la Universidaddel Valle. Doctor Honoris Causa en literatura.Integrante del Grupo de Humanismo y Gestión.
Cruz Kronfly, F. (2002). El mundo del trabajo y las organizaciones desde la perspectiva de las prácticas inhumanas. Cuadernos De Administración, 18(27), 13–22. https://doi.org/10.25100/cdea.v18i27.139